Siempre hubo violencia en el fútbol, pero esta vez una persona murió por los conflictos que suelen darse en las canchas.
Por estas horas la familia de Vicente Gatica (dirigente de fútbol) sigue sufriendo la partida de su familiar por un suceso que tiene sus antecedentes claros en las canchas de este departamento, y que podría haberse evitado (siempre es posible). Hoy estamos confundidos y aturdidos colectivamente.
Lejos de estigmatizar el fútbol y un departamento, el problema se manifiesta en el conjunto social como un problema más amplio, que pareciera potenciarse donde hay grandes cantidades de personas reunidas.
¿Será que es imposible cambiar de pasiones, como lo afirma Pablo Sandoval -aquel personaje de Francella en el «Secreto de Sus Ojos«-, o será que no sabemos encontrar la forma de manejarlas y vamos a la cancha a depositar allí todo el odio contra otros; creyendo que de esa forma solucionaremos algo de los que nos pasa? ¿Sabemos lo que nos pasa para actuar así?
Como latiguillo suele decirse: “¿Qué hay que esperar, a que alguien se muera?” como en un intento de reflexión sobre aquellas cosas que sabemos que pueden pasar y aun así no modificamos nuestras conductas.
La familia de Vicente hoy seguirá buscando cierta explicación y consuelo, las ligas de fútbol locales y clubes intentan reflexionar sobre el caso y quizá vos lo hablarás con alguien, pero siempre es poco, nunca alcanza.
Hasta hoy ninguna decisión corporativa o del ámbito de la seguridad fue suficiente. Y esto sucede porque simplemente son una parte, de un todo social que conformamos cada una de las personas que estamos en un lugar o en una actividad. ¿A qué vas a la cancha? ¿Para qué vas? ¿A ver un partido y divertirte? ¿En serio? ¿O a otra cosa?
Las preguntas son varias, pero serias y contundentes: el muerto ya apareció. ¿Y ahora?
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