Ramón Flugoni tiene 65 años, está jubilado y asegura que disfruta trabajar en una de las calles más populosas de la Ciudad de Mendoza vendiendo orégano y otros condimentos. En los últimos días, una publicación en las redes sociales lo hizo viral.
“Vino una señora, le vendí dos bolsas y me dijo que si me podía hacer una foto. Después me llamó mi hija diciéndome: ‘Papá, estás metido en las redes, me llaman mis amigas’… Le contesté que mejor para mí, más trabajo”, afirmó el hombre riéndose.
“Abuelo vende orégano en el Centro de Mendoza”, fue la frase que conmovió a los usuarios de Facebook en donde apelaban a la ayuda económica de los transeúntes. Todos los días, cerca del mediodía, Ramón llega con su carrito a la esquina de calle Las Heras y Patricias Mendocinas, ubica sus productos sobre un cantero o arriba de una de las mesas de un conocido local de comida rápida e inicia su pregón: “Orégano, orégano de San Carlos, Pareditas…”
El vendedor ambulante expresó que toda su vida trabajó “de lo que sea”, estuvo en una empresa y también haciendo fletes. Hace unos 11 años, sin embargo, cuando obtuvo la jubilación, decidió no quedarse en casa y seguir produciendo. Le compra los condimentos a un amigo que los trae de Pareditas y se los fracciona.
“Esto lo hago para divertirme, lo que pasa es que no tengo mucha habilidad y gano plata, estoy con la gente y no me enfermo de acá”, dijo mientras señalaba su cabeza.
Es la plata que no vale nada…
Reconoció que no es la jubilación, “es la plata la que no vale nada” en el país, pero que él intentó siempre mantener al día las cuentas de la vivienda que habita en la Sexta Sección. “Me gusta pagar la luz en cuanto llega la boleta”, contó.
El abuelo de dos nietos y padre de dos jóvenes, de 28 y 31 años, tiene una parálisis. “Lo mío es de nacimiento, parálisis infantil… Pero mi cabeza anda bien”, comentó.
Sin embargo, su discapacidad no lo frena, aún menos los días fríos o la pandemia. “Ando por Las Heras, Maipú o a veces por San Juan”, dijo y confesó que, aunque tiene que llegar más abrigado, los días fríos le va mejor porque la gente tiene que comer comida más condimentada.
Durante la cuarentena por la pandemia de coronavirus, a su vez, aprovechó para vender por distintos departamentos o en las bombas de nafta y dejar un poco el microcentro mendocino.
Sus jornadas son de 4 horas y cuando está “apretado” se queda una hora más o hasta lograr vender todo.
“Trabajo en todas partes, estoy agradecido de la vida, amo la vida por la gente, porque me ayuda mucho”, concluyó.
Fuente: Diario El Sol
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