«Somos dos mendocinos, Juan Niemetz de General Alvear y Marianela Appon de San Carlos, ambos iniciamos nuestros estudios en el Instituto Tecnológico Universitario (ITU) donde nos graduamos como Técnicos Universitarios en Gestión de Empresas y concluimos los estudios de licenciatura en la Universidad Tecnológica Nacional Regional Mendoza como Administradores de Empresas. Luego de más de un año de trabajo en pos del proyecto y finalizados nuestros estudios, renunciamos a los empleos que teníamos y emprendimos este viaje» Asi comienza la historia de esta pareja que «deambula» por el mundo.
Desde el mes de julio esta pareja recorre el mundo viviendo experiencias increíbles que dejan plasmadas en su blog y diferentes redes sociales. El viaje de esta feliz pareja comenzó en julio de visita por Israel y ya en octubre emprendieron su retirada que los hizo llegar a Turquía donde se encuentran por estos días.
ASÍ COMENTAN SU VIAJE POR TURQUÍA
Hace ya casi un mes que llegamos a Turquía y hemos ido descubriendo de a poco este país increíble, que no para de sorprendernos, desde la llegada a un departamento al centro de Estambul totalmente gratis, una experiencia de reciclaje extremo en una granja un poco al sur de Yalova, viajar 700 kilómetros a dedo con un promedio de espera entre auto y auto de no más de 4 minutos, la llegada a Gocek que nos esperaba con unas montañas y un bosque de ensueño, y podríamos seguir enumerando, pero, en este texto queremos contarles una anécdota muy simple, que nos ha hecho pensar bastante.
El otro día, acá, fuimos a visitar a nuestra vecina más cercana, Emineyé, con 5 litros de Yogurt, porque ella nos había prometido enseñarnos a hacer manteca y ayrán (un tipo de Yogurt bebible salado que acá se toma durante las comidas) y apenas tuvimos los materiales partimos para su casa, un poco más abajo en la montaña.
Emineyé es una señora de unos 70 años, que ha vivido toda su vida en medio de los bosques y las montañas que, tal vez, baje a la ciudad unas tres o cuatro veces por año, nada más. Fuimos con la señora que es la dueña del lugar donde estamos trabajando ahora, Deborah, ella habla un poco de Turco y nos hacía de traductora, cuando llegamos Emineyé salió a recibirnos, pusimos el yogurt en la máquina y empezamos el proceso.
Mientras esperábamos la manteca estuvimos charlando bastante, Emineyé estaba preocupada por las olivas, pues está por empezar la cosecha y porque su marido (Gamberyá) se había ido a la ciudad un día antes de lo previsto y, según ella, seguro estaba apostando a las cartas, cada tanto miraba cómo iba el proceso de la manteca, que hacía ya media hora, nos había dicho que serían unos 5 o 10 minutos. Además, se empeñó en decirnos que teníamos que quedarnos en las montañas, que no nos fuéramos. Primero nos decía que nos teníamos que quedar solamente, después que ella tenía dos cuartos para nosotros y al final ya nos insistía con que teníamos que construirnos nuestra casa acá, en medio de las montañas, que hay unas casas prefabricadas que podíamos usar, nos decía.
Después de casi una hora, tuvimos nuestra manteca, nuestro ayrán, y un par de ideas en la cabeza, porque, ¿cómo puede ser que esta mujer que poco compartimos en común, que apenas nos conoce, nos haya invitado a vivir con ella? ¿Cómo es que sin hablar el idioma, más allá de Deborah traduciendo lo que podía, pudimos charlar con ella, reírnos bastante y mal que mal llegar a entendernos?
Charlando sobre eso surgió la idea de que las fronteras no existen, son puros inventos que nos han impuesto sólo para separarnos, creemos que existen límites imaginarios que normalmente no debemos cruzar, o de última son difíciles de cruzar. Y hablamos de fronteras en todo sentido.
Obviamente, lo primero que viene a la cabeza son las fronteras geográficas que te obligan a pensar en un “ellos” y un “nosotros”, que solicitan un pasaporte o una visa para atravesarlas, que crean nacionalismos estúpidos que nos llevan a separarnos cada vez más y más y a pensar que hay algunos “nosotros” mejores que otros. Esas son las primeras fronteras que nos enseñan, y que muchas veces generan rivalidades que no tienen ningún sentido.
Llevamos 4 meses viajando, sin hablar el idioma de ninguno de los dos países que hemos visitado, que están (literalmente) al otro lado del mundo, con culturas muy diferentes, con ideas diferentes, realidades diferentes y nunca hemos visto en eso una frontera, sino siempre diferencias para enriquecernos y conocer.
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