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Editorial

Así estamos, en el país del nunca jamás

El cansancio de la gente se nota. En menos de 20 días definimos el futuro del país y no hay opciones que realmente avisoren un cambio.

La crisis política y económica que vive el país impacta de lleno en una sociedad hastiada de corrupción, desmanejos, campañas, chicanas y demás sin sentidos del día a día. Algo tan simple como ir al supermercado, mandar los chicos a la escuela o cargar combustible, entre otras tantas cosas en la lista, se han transformado en una patada en el centro de las pelotas.

Quién, desde hace un tiempo a la fecha, no ha pensado con seguir durmiendo y no levantarse de la cama para empezar el día. A más de uno le sucede. Salir a la realidad es un golpe bajo. La guita no alcanza, la calle está imposible, el malestar se siente y agobia. Estamos cansados. Cansados de que nos tomen de boludos. Cansados de tener que remarla. Cansados, en muchos casos, de tener hasta tres (SÍ, TRES) laburos para poder llegar rasguñando a fin de mes, si es que se llega. Ni hablar de salir y tener la suerte de que no te caguen a tiros para robarte los pocos mangos que tenés en el bolsillo, el celular y las zapatillas que tarjeteaste con Ahora 12 y que recién has pagado dos cuotas.

Consultar el saldo de la cuenta bancaria es un puñal en la espalda. La guita cada vez ride menos. Nos maneja una economía dolarizada llena de especuladores, privados y estatales. Informarnos sobre el precio del dólar blue ya es parte de nuestras rutinas. Ni hablar del resumen de la tarjeta de crédito o usarla para poder comer o comprar remedios: todo en un pago, ni se te ocurra poner cuotas porque te acribillan con los intereses. Negocio para los bancos. Una cagada, como también es una cagada no poder encarar un tratamiento médico o asistir al doctor. En el primero de los casos, muchas veces no hay insumos; en el segundo, más allá de pagar religiosamente todos los meses una obra social, te meten el coseguro porque a ellos, o les pagan mal, o lo hacen tarde, mal o nunca.

Caminar la calle nos da un parámetro: la gente está podrida. Las caras de resignación son una constante que se refleja en cada cuadra, cada esquina; en el transporte público; en los hospitales o en cualquier punto donde haya conglomeración de personas.

A eso hay que sumarle una campaña política banal, donde las dos propuestas que quedaron en camino de cara al balotaje del 19 de noviembre plantean polos opuestos que no terminan de convencer: o se sigue por el mismo camino (el del peronismo influenciado por el kirchnerismo) o se va para el liberalismo, ese que promete detonar todo lo que conocemos para iniciar un nuevo camino (alerta spoiler, puede haber un estallido social).

Entonces nos encontramos en la peor de las encrucijadas. O seguimos anestesiados, con el plan platita del Gobierno como analgésico para los dolores, o nos la jugamos en busca de un cambio profundo que puede sacarnos del pozo donde estamos, aunque lo que plantea Javier Milei es de dudosa procedencia, más después de pregonar contra la casta y sumar a Bullrich y Macri, que son parte de ella, de cara a la elección definitiva.

Qué hacemos entonces. La realidad es esta: falta combustible, aumentan los precios, los supermercados proponen pocas ofertas de productos, el colegio de los chicos (en el caso de los que eligen la educación privada) aumenta, el transporte público sube el boleto… realidad de los argentinos. En el otro lado, casi como en un mundo paralelo, la dirigencia política, la que vive en Narnia, la que se pelea en cámara y después tranza por detrás los cargos para conseguir los votos. La misma que fogonea el caos, la misma que se desentiende del peligro de gobernar sin acción. Peor aun, la que promete solucionar todos los problemas del Gobierno actual una vez que asuma (si es que gana) el próximo 10 de diciembre, cuando es parte del Gobierno del inútil de Alberto Fernández.

Ayer, lunes 30 de octubre, cumplimos 40 años de la vuelta a la democracia. La misma edad que tengo yo. Nunca, en mi vida, escuché a mis viejos decir que estamos bien, que el país progresa. Si no era la híper de Alfonsín, era el 1 a 1 de Memen, o el estallido de De la Rúa con el corralito de Cavallo o la corrupción K. No hablar del Gobierno del ingeniero Macri que nos dejó una deuda descomunal con el Fondo Monetario Internacional.

Como dije más arriba, el 19 tenemos que ir a votar para definir el destino del país en los próximos 4 años. Y llegamos a esta instancia sin un candidato que represente un verdadero cambio. De hecho ninguno de los que se presentó a las PASO, allá por agosto, podría ser catalogado como tal, ni siquiera la izquierda utópica que siempre plantea paraísos y nunca, en la práctica, llegaron a buen puerto.

Como país estamos devastados. Tenemos todo para ser potencia, habrás escuchado en más de una oportunidad. Claro que sí, tenemos todo para ser potencia. Todo menos políticos que laburen a conciencia y no vayan detrás del negocio en el que se ha transformado la política.

Ojalá, algún día, Dios y la patria se lo demanden…

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Por: Redacción NDI